Atlantis: cortometraje documental sobre el fantasma de la Atlántida, de Ben Russell.
La Atlántida es un fantasma desde hace más de diez mil años. Escrita y descrita por Platón, el reanimador del posible fantasma más grande del pensamiento occidental, atraviesa como un espectro y hechiza en estado ritual, como de invocación. El mar mediterráneo, el agua: el elemento conductor a la divinidad o al no tiempo de las eternidades, el estado utópico del no lugar.
Un lugar completamente fantasmal: la cantina. El lugar de paso. lo que Mark Auge llamaba el no-lugar, detenido en el tiempo. Unos marineros cantan desgarradamente unas adaptaciones de Utopía de Thomas Moro en griego, o eso sugieren los subtítulos en inglés. Si el texto es una adaptación popular de ellos del libro de Moro o no, no importa. Ellos son los ciudadanos de Utopía, de eso no queda duda.
El espejo como símbolo fundador de la hiperrealidad: la realidad completamente poseída por fantasmas. El mediterráneo con Agnus Dei sentenciando un requiem, unas ruinas que van al mar y ahí está: la isla. Ahg, qué escalofríos. Ahí sí entra uno al estado de los sueños. Me muero de terror. Los ritos, los ritos, los ritos.
Un epílogo con la invocación al fantasma del hombre del atlántida y el agua de nuevo, pero toda transformada, como en los recuerdos que nos implantan los sueños.
El tiempo que pasó y sigue pasando (está estático), los no lugares y los fantasmas de las cosas. Lo episódico como reflejo de las estructuras del pensamiento onírico. El documental como manifiesto estético de las intensidades poéticas de una realidad cargada simbólicamente con los fantasmas que la habitan. La etnografía sicodélica: la dialéctica del montaje y "la realidad".
Tan terrorífico como cualquier película de John Carpenter